Mensaje de la Semana Bamidbar 20

Shalom a todos!

Cuentan de un chico de unos siete ocho años que, como tantos de su edad, en esos años en los que el mundo se percibe inmenso y las posibilidades parecen infinitas, tenía un deseo tan intenso, que todos sus demás sueños – vivir en una casa de chocolate o ser dueño de una fábrica de chicles – eran totalmente opacados al frente de este. El entendía que no podía compartirlo con nadie, no lo entenderían. Quería aprender a volar…

Pasaron los años, creció, maduro, llegó a convencerse de que el vuelo del ave no es para un ser humano. Entendió que su cuerpo no se presta para tal malabar. Fue cuando entonces decidió redireccionar su sueño, ahora se concentraría en volar como vuelan los hombres. Trataría de tener logros, alcanzar cimas. Estudió, paseó, se ocupó con proyectos. En el camino recibió reconocimiento, aplausos, éxito. Parecía que había llegado a una alta cima.

Aunque todo parecía ideal, grandes éxitos, muchos logros, nuestro amigo no encontró satisfacción verdadera. En sueños veía un niño pequeño que, ingenuamente pensaba, que podría volar y al despertar entendía que se trataba de el mismo, ese sueño no lo había abandonado, después de todos los logros y éxitos entendía que todavía no había ni siquiera empezado a volar.

Una mañana decidió abandonar por un día sus proyectos y salir a caminar. Andó mucho. Llegó a un bosque y sintió un deseo inmenso de ser ese niño ingenuo, todavía creer que podría volar.

(Se hizo un poco largo. La próxima vez, bli neder, seguimos adelante con la historia de este joven que no sintió satisfacción a pesar de los logros y éxitos a los que llegó con esmero y esfuerzo)

La continuación de esta historia la encontrarás aquí.

 

Shabat Shalom a todos,

Daniel Milhem.

Rosh Kolel Birkat Abraham

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