El Mensaje de la Semana – Shemot 81
Shalom a todos!
El 2020 por fin terminó y el mundo espera que con él terminaron los golpes. Distanciamiento social, máscaras, cuarentena, enfermedad son unas de las características de este año que terminó. Nadie imaginó que el 2020 sería así ya que, todo parecía bajo control. Después de todo, los grandes avances en todo lo importante y necesario, aseguraban tranquilidad y goce para todos los hombres de bien.
Empezó el 2021, la gente del pueblo global apenas despierta de la embriaguez de las fiestas de fin de año, y las noticias no son buenas. Mutaciones. La de Inglaterra, la de Sudáfrica. Otra vez pánico. Y la verdad es, que no son estas mutaciones lo que más preocupa, sino el hecho que existe esta tenebrosa posibilidad. Con el susto de los visones en Dinamarca, animales contagiados por el virus que es posible que lo muten y luego contagien a cualquier ser humano, el mundo tuvo una corta introducción al guion de una nueva, o a la continuación de la película de terror de la que ya es protagonista.
Cómo si fuera poco, los desórdenes que empezaron en el Capitolio de los Estados Unidos, que ya tenía suficiente con el deficiente manejo del virus y sus terribles consecuencias. Desórdenes que no se sabe hasta dónde pueden llegar. Si le sumamos a esto la caída de Europa en manos del virus y otros enemigos, los pronósticos de un futuro muy tranquilo, nunca fueron más improbables.
Paró el rey de Egipto, una mañana, decidió emprender una campaña de difamación contra la, hasta entonces, respetada y admirada familia de Yosef, los hijos de Israel. Su propósito era el de esclavizar esta honorable familia para, no solo gozar de sus servicios sino afligirlos con trabajo agotador. Usó todo su extraordinario poder, que no se limitaba a la gran riqueza y a su ejército, sino también con los servicios de altos niveles de magia y brujería que en su reinado eran una especialidad. Todo esto dirigido a dominar y esclavizar tanto los cuerpos de Israel como también sus espíritus.
Hay diferentes opiniones sobre qué causó a Paró a caer en ese error garrafal, que le acarreó no sólo a la destrucción de esa gran potencia sobre la que reinaba, sino a la muerte de todos sus hombres, siendo ahogados bajo la furia del Mar Rojo, esa madrugada de grandes milagros, que llevaron a la salvación del incipiente Pueblo de Israel.
En la raíz de ese error fatal y eso que lo acompañó durante todos esos largos años de gran crueldad y fracaso, está su obstinación de basar todas sus decisiones, en lo que él consideraba que era la lógica. En ningún momento atinó a considerar que, el mundo tiene un Creador y que, por lo tanto, es importante investigar, cuál es Su deseo, para saber cuál es el camino correcto a tomar. Tenía más de una razón para pensar que su camino requería enderezar, en cada momento de su torcido andar.
Cuando ese mismo Moshé, que creció en su propio palacio, ese que había razones fuertes para sospechar que se trataba del Salvador de Israel, que sus brujos le vaticinaron que debía nacer. Ese mismo Moshé regresó al palacio a darle el dramático mensaje del Creador “Lo siguiente dijo Hash-m el Di-s de Israel, deja salir a mi Pueblo para que hagan Jag (presenten ofrendas) para Mí en el desierto”, Paró contesta con su característico orgullo falso, “Quien es Hash-m como para que yo escuche su voz…”
Volviendo al estado no envidiable de nuestro pobre mundo, no es difícil encontrar la gran similitud de esta generación, desde el oriente al occidente, y sus líderes (si acaso hay quien pretende afirmar que es uno de ellos) a Paró en su obstinación de no reconocer que el mundo tiene un Creador y que, por lo tanto, es importante saber cuál es Su deseo, para saber cuál es el camino correcto a tomar. La lógica recta dicta que, mientras el mundo siga en su torcido andar, negándose a hacer esa corrección que, desde hace un buen tiempo (desde los días de Paró) la humanidad ha tenido suficientes razones para imaginar, esta película de terror no llegará a su feliz final, y mientras tanto, Hash-m Yerajem.
Deseo a todos muy buenas noticias y un Shabat Shalom,
Daniel Milhem.