El Mensaje de la Semana – Nitzavim-Vayelej 20
Shalom a todos!
Este evento del coronavirus es tan trascendental y ha tenido tanto impacto en el mundo entero, ya sea de manera obvia como en la salud y la vida de partes inmensas de la población mundial y de otras maneras, que solo con el tiempo lograremos captar, que la obligación de llegar a las conclusiones necesarias y recibir el mensaje correcto se hace más urgente.
El hombre del 2020 tenía mucho de que sentirse orgulloso. Los avances tecnológicos cada vez más impresionantes. Sus aplicaciones en áreas como la computación, la medicina, la producción, el comercio, la carrera hacia el espacio. Los deportes, el entretenimiento. Las comunicaciones y el transporte que hicieron de este un mundo más pequeño y cada vez más al alcance.
Entre todos estos grandes logros, parecía que la medicina, con sus grandes avances y el consecuente aumento en la longevidad, se ganaba todos los premios. Medicinas cada vez más desarrolladas y efectivas. Cirugía en la que incluso la robótica se hacía cada vez más presente con su alto nivel de exactitud. Médicos cada día más especializados en partes más y más pequeñas del cuerpo humano. Equipos de investigación y desarrollo cada vez más grandes y más sofisticados. Logros y más logros que traían tranquilidad y sosiego a la humanidad.
Todo iba muy bien, hasta que llegó esta crisis. Se detuvo casi que en seco el gran progreso. La medicina hoy, está ocupada con la avasalladora ola de enfermos que la obliga a dirigir su atención hacia la hospitalización y atención de tantos necesitados, Hash-m yerajem. Hace poco publicó un periodista que, en El Reino Unido, una cuarta parte de los médicos está afectado por el virus o auto aislado. Muchos en todo el mundo se reúsan a recibir pacientes y hacen sus citas solo por teléfono. Pacientes en todo el mundo evitan llegar a los hospitales por miedo al contagio y ni hablar del lleno de gran cantidad de hospitales que copan su capacidad con afectados por el corona. Mientras tanto, el mundo está tan aturdido, que ni se pregunta cómo llegamos hasta acá.
Rashi en nuestra Parashá llama nuestra atención a una diferencia que hace el versículo entre los ídolos de piedra y madera y aquellos de plata y oro. Cuando Moshé advierte al pueblo que pasó por tierras de idolatras y vio sus ídolos, se refiere a los de madera y piedra como aquellos que el pueblo vio, a diferencia de los de plata y oro que no alcanzó a ver. Explica Rashi que esos de plata y oro estaban escondidos porque el idolatra los esconde en recintos especiales por miedo a que sean robados. Detalles como este que hacen que se rebele aún más la falacia de la idolatría. Sobre esto dicen nuestros Sabios que, mientras el Yehudí descansa tranquilo dentro de su casa y su Dios lo cuida desde la puerta (a través de la Mezuzá), el idolatra duerme afuera, cuidando su ídolo que no le sea robado…
En estos días nos hacen ver, que esa medicina que parecía toda poderosa y tenía tantas promesas sobre la salud y la misma vida de la humanidad, se esconde hoy por su salud y su propia vida. Aunque es cierto que el hombre del 2020 no trajo ofrendas y no se arrodilló al frente de la medicina y sus exponentes, colocar su confianza en un creado ya sea la medicina o el médico ignorando que el control del mundo, la vida, la enfermedad y la salud están solo en manos del Creador, es un nivel cercano a la idolatría. La Torá nos advierte de no caer en el gran error de pensar que es mi propia fuerza y la potencia de mi brazo las que me dan el éxito.
La realidad es, que no solo que la vida, la salud y la comodidad del hombre, no dependen de su astucia y capacidad, sino que también todos esos “logros” que el hombre, equivocadamente, adjudica a su propia obra, no son sino regalos del Cielo que, si los viéramos con el ojo correcto y diéramos el honor y el agradecimiento a El que hace todo posible y saca todo a la luz, la humanidad no hubiera necesitado llegar al gran estremecimiento que recibe en estos días.
Buenas noticias y Shabat Shalom para todos, les desea,
Daniel Milhem.